lunes, 6 de julio de 2020

Guía 4 Lecto escritura CS2




INSTITUCIÓN EDUCATIVA SAN PABLO
Resolución 16170 del 27 de Noviembre de 2002
“Nos formamos en el saber, saber hacer y el ser para la vida”

 GUÍA DE APRENDIZAJE     

ÁREA O ÁREAS INTEGRADAS

Lecto escritura

GRADO

8-9
CS2
GUÍA Nº

4
PERIODO
     

2
TIEMPO DE DESARROLLO DE LA GUIA
4 SEMANAS
DOCENTES
Yirlesa Pino - William Barrientos Londoño
TEMA
comprensión lectora
DBA RELACIONADO


TEORÍA Y EJEMPLOS

TEXTO 1

Creación del hombre catío, fruto de una rivalidad

Cuando el mundo era dominado por la soledad y el hombre aún no daba sus primeros pasos por estos lares, Caragabí, el supremo dios de los catíos, hizo a la mujer y al hombre de una piedra llamada mompahuará. Una vez configuró a la pareja, sopló a cada uno por sus extremidades superiores e inferiores, así como por su cabeza. De esta manera obtuvieron la vida, pero no hablaban; sólo se reían.

Ante el hecho de que aquellas creaciones habían quedado defectuosas, Tutruicá (dios rival de Caragabí, cuyas realizaciones, según dicen las leyendas catías, eran mejores que las del supremo) creó de nuevo al primer hombre y a su consorte, pero en esta oportunidad los hizo de barro. Esa pareja fue superior a la original, pues además de que ambos eran animados y se reían, también tenían movimiento y andaban.

Aunque Caragabí vio herido su orgullo por los resultados de su antagonista de siempre, tuvo que aceptar que la labor de Tutruicá fue mejor que la suya y se vio obligado a pedirle a su rival que le enseñase la manera de crear los seres a su modo.

Tutruicá insultó a Caragabí y éste fue el principio de muchos enfrentamientos, pues la deidad suprema pensó en ahorcar a su rival si éste no le revelaba su preciado secreto.

Sin embargo, y ante la sorpresa de Caragabí, Tutruicá cambió de idea y se compadeció de Caragabí, al ver que
Éste no era capaz de crear al hombre en toda su perfección. Fue así como le escribió un mensaje en el cual le indicaba que el procedimiento acertado era elaborar las figuritas de barro y no de piedra.

Haciendo a un lado su rabia y su orgullo, Caragabí aceptó las insinuaciones y creó la primera pareja de barro. Una vez finalizada esta parte de la obra, aquel dios se quitó un fragmento de su costilla, formó una bolita y la introdujo en las dos imágenes. A su contacto adquirieron vida y tomaron aire, pero todavía no se sostenían en pie. Sopló, entonces, sobre ellas, y ya hablaban y se movían con toda la perfección. La costilla contribuyó a quitarles la pesadez inherente a la tierra.

Y a pesar de su generoso gesto, Tutruicá no dejó de criticar las obras de Caragabí y señaló que aquellos seres tenían el defecto de ser mortales, afirmación que el dios supremo de los catíos ignoró y respondió con esta máxima: “cuando mueran, recogeré sus almas y las llevaré al cielo, donde se volverán inmortales”. (FINALIZACIÓN TEXTO 1)


TEXTO 2

Bachué, la madre que emergió del agua

Cerca de Tunja, en zona habitada por los muiscas, la laguna de Iguaque brillaba con luz propia, en medio de un paisaje de ensueño: aves cantarinas, un clima primaveral, un sol resplandeciente y una tranquilidad sin par.

Aquel idílico escenario fue el telón de fondo para la aparición de Bachué, quien rompió la calma al emerger de las aguas  de Iguaque  y trastornó por completo la rutina de los habitantes del lugar.

Y es que no era para menos, pues además de tratarse de una desconocida que hizo presencia en la comunidad, su físico no la dejaba pasar desapercibida: era morena, de senos redondos y firmes; caminaba con firmeza, exhibiendo piernas ágiles, y debido a su tradición de nadadora, mostraba pantorrillas y muslos fuertes. Llegó coronada de guirnaldas y con el aroma de quien debía cumplir  una comprometedora  misión en este mundo.

A todo lo anterior, la mujer sumaba una singular seña: en su mano derecha llevaba un agraciado niño de tres años, visto por los dioses como su hijo preferido. La mujer, con el niño tomado de la mano, caminó sobre el agua hasta llegar a la ribera de la Laguna. Luego se alejó de la orilla y se dirigió  hacia un remoto paradero, donde fijó sus aposentos y los del pequeño.

Con el paso del tiempo, el menor creció y se transformó  en hombre. Bajo estas condiciones, Bachué se casó con él, acto considerado como el principio de la raza humana.

Meses más tarde, en su primer embarazo, la mujer dio a luz a cuatro hijos; posteriormente, ostentando una increíble fertilidad, la madre Bachué incrementó su prole sin parar: siempre tenía cuatro, cinco, seis, o más hijos.

Así transcurrió la vida de Bachué y de su pareja, avanzando por poblados y campos, donde se reproducían y dejaban su huella con numerosa dependencia, a la que enseñaron  labores como tejer, construir sus chozas y elegir los más adecuados para su salud; igualmente, le impartieron esenciales  principios morales.

El tiempo siguió su inevitable paso y se hizo sentir sobre Bachué, cuyo cuerpo se deterioró, más su alma y su cariño hacia la humanidad se conservaron intactos.

En ese instante, la madre percibió que su labor en la tierra estaba realizada, y con su cónyuge se preparó para volver al más allá.

Se fue, entonces, para la laguna de Iguaque. En aquel paraje, acompañada por su descendencia, se lanzó a las aguas con su esposo.

Al ingresar a la laguna, Bachué y su pareja  tomaron forma de serpiente y se perdieron en el fondo de Iguaque, lecho que les sirvió como última morada, así como había sido el punto de partida de sus existencias.

Dice la historia que de vez en cuando la madre de la humanidad, encarnada como serpiente (signo de sabiduría), se deja ver sobre la laguna de Iguaque, para que sus hijos Nunca olviden los preceptos que ella les enseñó.

Desde el regreso de Bachué y su esposo al seno de aquellas aguas, éstas fueron centro de adoración para varias generaciones, quienes llevaban sus ofrendas, oraban y acudían a pedir perdón o a suplicar por un mejor futuro. La fe de la comunidad era tal, que siempre confió en que sus plegarias eran escuchadas por la autora de sus días.

Bachué recibió el título de madre de la humanidad  y como llegó del agua, su prole se acostumbró a rendir culto a las criaturas propias de las profundidades; fue así como se elaboraron aderezos de oro con forma de batracios, usaron dijes de lagartos, le concedieron a las ranas el carácter de divinas y, de paso, las catalogaron como símbolo  de fertilidad. (FINALIZACIÓN TEXTO 2)

TEXTO 3

El cacto y el junco

Leyenda Chibcha

Tintoba, un hermoso muchacho de veinte años, alto y fuerte, con el pelo negro y los ojos oscuros de los chibchas, un día quiso conocer el mundo y se fue de casa.

Recorrió los verdes valles de Sogamoso, se alimentó de curubas en Duitama y bebió miel en Tibasosa.  Hizo animalitos de barro en Ráquira, sacó esmeraldas de las rocas del Muzo, y en la laguna de Tota aprendió a pescar.

Un día cualquiera, fue a bañarse a una quebrada de piedras redondas. Estaba tan cansado que se quedó dormido debajo de un sauce. Entre sueños oyó voces y risas de mujeres que habían ido a buscar agua. Despertó cuando la última de ellas, antes de alejarse, le ofreció de beber. Tintoba quedó prendado de sus ojos que le sonreían y desafiaban la negrura del carbón que él había picado en la minas. Le bastó mirarla para quedar enamorado de ella.

Ella apagó su sed pero encendió su corazón. Sin embargo, Tintoba no la siguió de inmediato. Mirando las nubes, y mientras secaba al Sol su ropa recién lavada, se puso a pensar en las palabras que le diría. Cuando llegó en su busca al pueblo más cercano, nadie supo darle razón: había olvidado preguntarle su nombre. Mas como no podía sacarse de la cabeza el brillo de aquella mirada, decidió instalarse allí hasta encontrarla. Le enseñaron a trabajar la lana y empezó a tejer una manta, con la esperanza de obsequiarla, en una ocasión, a su amada.
Un día se encontraba Tintoba en su telar, entretejiendo lanas de colores con suspiros de amor, cuando la gritería de unos niños lo sacó de su ensimismamiento. Acababa de asomar por el camino una rica comitiva de hombres cargados de pieles, plumas y joyas para la hija del cacique del lugar. Tardaron más los pregoneros en salir a anunciar la boda de la princesa con el poderoso cacique de otras tierras, que Tintoba en sentir una punzada en el corazón, al presentir la tragedia de su amor. No pudo concentrarse más en su trabajo. Le molestó la alegría de los otros. Al atardecer lloró sin saber por qué.
Esa misma noche, paseando su desasosiego, encontró llorando a una bella muchacha, acurrucada contra el tronco de un árbol. Ella alzó la cara al sentirse observada, y él reconoció aquellos ojos. La muchacha desconsolada era la misma que un día le había calmado la sed. Ella le contó que se llamaba Súnuba, que era la prometida del cacique guerrero y que era infeliz porque su padre la obligaba a casarse con un hombre a quien jamás podría amar. Tintoba comprendió que cuando la había dado agua en la quebrada, Súnuba también se había prendado de él. Desde ese momento y en ese mismito bosque de y arrayanes, se dieron besos todas las noches a la luz de la luna. La víspera de la inevitable boda lloraron abrazados. Cuando a la madrugada el cielo se fue en azul, del alba, y cantaron los primeros pájaros, Tintoba se despidió de su amada bajo juramento de reunirse con ella algún día.

Tintoba regresó a casa de sus padres, pero como no podía dejar de pensar en Súnuba, un día, desesperado, decidió ir a buscarla. Al llegar a la vivienda del cacique guerrero dijo que traía unas esmeraldas de regalo para la princesa y los guardias lo dejaron pasar.
El cacique había partido a luchar contra otra tribu, de manera que los enamorados pudieron encontrarse sin preocupación. Súnuba lo nombró su centinela particular para poder tenerlo siempre a su lado sin despertar sospechas. Pero la felicidad se refleja en la cara y el amor desata envidias. Súnuba se puso más hermosa que nunca y el centinela favorito fue sorprendido varias veces dormido en horas de guardia. Empezaron las habladurías entre las otras mujeres del cacique y apenas él regresó victorioso y cargado de regalos para Súnuba, ellas, celosas, le contaron lo que todo el pueblo ya sabía y desaprobaba.

Súnuba corrió a avisarle a Tintoba el peligro que corrían y los dos huyeron por campos y atajos, que pocos como él conocían, hasta llegar al valle donde vivían los padres de Tintoba. Súnuba aprendió a hilar. Juntos sembraron árboles frutales que darían peras jugosas y duraznos tiernos. La vida le sonría.

Una tarde, al regreso del trabajo, Tintoba encontró en la casa a un viajero que había llegado a pedir un sorbo de agua y un banco para descansar. Apenas se vieron se reconocieron. Era un mensajero del cacique guerrero que por fin había dado con el paradero de los amantes fugitivos y reveló su secreto. Los familiares quedaron horrorizados pues sabían, como todo chibcha, que aquel que robaba la mujer de otro sería castigado.

Súnuba y Tintoba comparecieron ante el Gran Sacerdote de Sogamoso. Él ordenó que ella debía volver a donde su esposo. Tintoba debía ofrecer sacrificios para aplacar la ira divina. Antes de partir, Súnuba pidió permiso para ir por sus joyas y aprovechó el momento para huir con Tintoba.

De repente un gran ruido retumbó en el valle y la tierra se estremeció. Los amantes corrieron despavoridos loma abajo. En su carrera desenfrenada, Tintoba sintió que sus piernas no le obedecieron más, y en un momento su cuerpo entero se convirtió en un cacto lleno de punzantes espinas. Súnuba también quedó presa entre los fangales de una laguna y adquirió forma de junco.

La tierra volvió al reposo. Hoy todavía están allí: el cacto a la orilla de la laguna donde se mece el junco. Se ven siempre, pero no pueden hablarse. (FINALIZACIÓN TEXTO 3)






ACTIVIDAD EVALUATIVA

agosto 6: REALICE UNA REFLEXIÓN DE MÍNIMO MEDIA PÁGINA DE CADA LECTURA.

CIBERGRAFIA Y  BIBLIOGRAFÍA



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